Frankie es la construcción de una voz para la reconstrucción de una
manera de leer lo propio sin la afectación de la víctima, una manera de
adueñarse de la escena propia y traerla para sí, sacarla del dominio de
lo ajeno. Daniel Villaverde despliega su pluma graciosa y sensible con
un narrador que ahuyenta vampiros y vuelve ternura la crueldad en una
novela llena de tono y peripecias. Frankie también es una especie de
conjuro que pone dirección y sentido a la deriva de su personaje, ese
pibito de barrio, y muestra, con el faro de la narración, que la escritura
honesta puede ser el mejor de los puertos.
Julián López
¿Cómo viaja la memoria en el recuerdo de un niño? ¿Qué marcas va
encontrando en su cuerpo? ¿Hay un lazo invisible que lo transforma
todo, incluso aquello que tanto daño hizo? ¿Es una lengua extranjera la
que lo puede hacer viajar muy lejos, como para distanciar todo aquello
que lastima? ¿Cómo se construye la infancia? ¿Cuántas voces la habitan?
Frankie es una historia que habla de la niñez, pero también de la
transformación, del rearmarse y de la búsqueda de la voz propia. Una
historia que nos lleva a sumergirnos muy profundo, como Frankie,
cuando mete los pies en el agua y se pregunta qué es ser chico, ser grande
o cuando nos invita a espiar por un agujero de la pared para ver qué
pasa del otro lado. Imposible no emocionarse, no imaginar cada uno de
los espacios, de esas voces, de esas texturas, de esos olores, de ese viaje
iniciático que tan maravillosamente Daniel Villaverde cuenta en esta,
su primera novela.
Lía Chara